(CNN Español) —En el vasto universo de los destilados, el tequila ocupa un lugar privilegiado: esta bebida nace del agave, una planta que para algunos es sagrada. Su sabor es el de la tierra, el cielo y la tradición mexicana. Su historia se remonta siglos atrás y es precisamente eso lo que la ha convertido en uno de los embajadores más apreciados de la cultura mexicana en el mundo. En 1974 este destilado recibió la protección de Denominación de Origen Tequila, un reconocimiento que hoy sólo comparten cinco estados de la República Mexicana: Guanajuato, Tamaulipas, Michoacán, Nayarit y, por supuesto, Jalisco. En el mundo, este sello es reconocido en 55 países, incluyendo la Unión Europea.

A pesar de que todos estos estados de la República cuentan con esta denominación, es en las tierras de Jalisco, bajo el sol ardiente, donde se producen algunos de los mejores tequilas del mundo, como es el caso de Kypros. Sus tres etiquetas son testimonio de la tradición mexicana:

Blanco: Es el alma desnuda del agave y la expresión más pura de la tierra. Sus notas son herbáceas y frutales. Al paladar ofrece un suave sabor a guayaba, vaina verde, miel, flores blancas, almendra verde y caramelo de agave cocido.

Reposado: Descansa durante tres meses en barricas de roble francés que antes albergó vino de Napa (Cabernet Sauvignon), esto le aportan ligeras notas especiadas. Sus tonalidades van del amarillo paja al ámbar delicado.

Añejo: Abrigado durante un año en barricas de roble americano añejadas antes en whisky escocés, esto le aporta una tonalidad ámbar y matices ligeramente cobrizos.